Con frecuencia se supone que, puesto que un mapa astral u horóscopo se levanta desde una perspectiva geocéntrica, el heliocentrismo es incompatible con la teoría astrológica. En oposición a este malentendido popular, muchos astrólogos fueron en su día de los primeros en abrazar la teoría copernicana, por ejemplo, Johannes Kepler (1571-1630), John Dee (1527-c1608), Giordano Bruno (1548-1600), Tomaso Campanella (1568-1639), Thomas Digges (c1546-1595) y Thomas Betnor (?-?).
El descubrimiento de Nicolás Copérnico (1473-1543) del movimiento de la Tierra en torno al Sol sí que supuso una afrenta para las Iglesias cristianas, tanto la católica como la protestante, ya que socavaba la posición singular de la Tierra ― y, así, del hombre ― como centro y meta última de la creación de Dios. Sin embargo, para la astrología, el desafío fue mucho menor. Tanto Copérnico, como Galileo, Kepler y otros siguieron sosteniendo que la astrología era una ciencia correcta. Veamos por ejemplo lo que dijo Johannes Kepler al respecto en su “Tertius interveniens”:
“La misma respuesta cabe dar también a la duda acerca de si el movimiento orbital es del cielo o de la tierra. Esa duda no hace sospechosa a la astrología porque no le incumbe, ya que, en ella, es suficiente que el astrólogo vea cómo se orientan los rayos de luz, ora desde Oriente, después desde el Norte, finalmente desde Occidente, para desaparecer después por completo. En ella es suficiente que se sepa cuándo dos planetas se ven en conjunción y cuándo en oposición, cuándo se sitúan en sextil, en quintil, en cuadratura, etcétera, cosas que los astrónomos laboriosos, velando de noche, pueden indicar con sus instrumentos circulares tantas veces como aparezcan dos planetas al mismo tiempo. ¿Qué tendrá que preguntar aquí el astrólogo o, mejor dicho, la natura sublunaris, de cómo sucede esto? En verdad, tan poco tendrá que hacerlo como el campesino preguntar cómo se dan el verano y el invierno, sin que por eso deje de guiarse por ellos.” (Opera Omnia, ed. de Frisch, t.I, 582s)